
El sol de la tarde bañaba la sala con una luz cálida y serena. Las cortinas, apenas movidas por la brisa, proyectaban sombras suaves sobre la alfombra. El aire estaba cargado de una expectativa tranquila, como si la casa entera contuviera la respiración.
—¿Ya lo decidiste? —preguntó su madre desde el sofá, con voz suave pero directa.
Armich se detuvo a medio camino, entre el comedor y la sala. Sus padres lo observaban con atención, sin presión, pero con esa mirada que se reserva para los momentos importantes.
No respondió de inmediato. Sus dedos jugaban con la costura de la mochila colgada al hombro. El silencio no era incómodo, pero pesaba. Entonces, con un tono sereno pero lleno de convicción, dijo:
—Sí. Quiero estudiar Derecho. Quiero ser abogado.
La frase pareció suspenderse en el aire por unos segundos. No era una confesión. Era una declaración. Una promesa, casi.
Su madre lo miró con ternura. Su padre, en cambio, arqueó una ceja, escéptico.
—¿Y estás seguro? ¿Sabés lo que implica? Porque una cosa es querer justicia… y otra muy distinta es pelear contra la injusticia todos los días.
—Lo sé —respondió Armich—. Pero prefiero eso a quedarme de brazos cruzados.
La firmeza en su voz no era común en alguien de su edad. Tampoco lo era el motivo que lo había llevado a tomar esa decisión.
**
Todo había comenzado en un lunes caluroso, en pleno recreo, hacía apenas unas semanas.
Desde la ventana del aula, Armich vio cómo se formaba un círculo en el patio. No era la primera vez. En ese colegio, los conflictos se disimulaban como “cosas de adolescentes”, hasta que alguien terminaba lastimado. Pero ese día, entre los rostros tensos, reconoció uno: el de John.
Su mejor amigo estaba contra la pared, atrapado entre mochilas y empujones. Al frente, Martín y su grupo se reían mientras lo provocaban. El típico abuso disfrazado de “broma pesada”. Pero esta vez no era un juego. John estaba pálido, temblando.
Armich sintió que algo le subía por el pecho: ira, angustia, impotencia… y claridad. No lo pensó. Salió del aula como una exhalación, bajó las escaleras de dos en dos y cruzó el patio a toda velocidad.
—¡Ey! ¡Basta! —gritó, interponiéndose entre los agresores y John.
El grupo se volvió. Algunos se rieron. Martín dio un paso al frente con una sonrisa burlona.
—¿Y tú qué? ¿El abogado defensor?
—Si querés llamarlo así —replicó Armich, con los puños cerrados—. Pero esto no es un juego. Es acoso. Y está prohibido.
—¿Prohibido por quién? —se burló Martín.
—Por la ley. Por el reglamento del colegio. Por el respeto mínimo que merecemos todos —dijo Armich, sin retroceder—. Ustedes están cometiendo una agresión. Y el que calla, también carga con culpa.
Martín no lo dejó terminar. El primer golpe fue seco, directo al estómago. Armich se dobló, pero no cayó. El segundo, una patada en la pierna, lo hizo trastabillar. Aun así, se puso delante de John, cubriéndolo con el cuerpo.
—¡Están vulnerando su integridad física y su derecho a la seguridad! —gritó, con la voz quebrada pero firme—. ¡Y el colegio tiene el deber legal de protegernos!
Fue entonces que una profesora, alarmada por los gritos, se asomó desde la galería. La secretaria, tras verla, salió corriendo hacia la dirección.
Minutos después, el director apareció con el rostro crispado por el calor y la incomodidad.
—¿Qué ocurre aquí?
El grupo se dispersó. Martín se encogió de hombros.
—Nada. Solo jugando.
El director escaneó la escena: Armich con el labio partido, John inmóvil en el suelo. Respiró hondo y bajó la voz.
—Esto… mejor lo dejamos aquí. No vale la pena armar escándalo.
Fue como una puñalada. Armich lo miró, incrédulo.
—¿Escándalo? ¿Llamar escándalo a un hecho violento? Usted tiene la obligación de intervenir —dijo con esfuerzo, erguido pese al dolor—. No es solo un reglamento interno: hay normas nacionales. Esta es una institución educativa, no un campo de batalla.
—Armich…
—La Ley N.º 29719 exige que el colegio prevenga y sancione el acoso escolar. Usted lo sabe. Si no hace nada, también es responsable.
El director parpadeó, descolocado. Nadie le hablaba así. Mucho menos un alumno herido. Pero Armich no temía. Porque, por primera vez, sentía que tenía razón no solo moralmente, sino jurídicamente.
El director bajó la mirada, carraspeó y dijo en voz baja:
—Vamos a atender a John. Luego hablaremos con todos los involucrados.
Ordenó llevar a John a enfermería, pidió los nombres de los responsables y prometió una investigación. Pero para Armich, nada de eso fue lo importante.
Lo importante fue el momento en que se dio cuenta de que las palabras pueden tener peso si se dicen con convicción y en el momento adecuado. Y de que el silencio, muchas veces, es el cómplice más peligroso de la injusticia.
**
Cuando volvió al presente, en la sala de su casa, su madre seguía con la mano en su hombro. Su padre lo miraba con los brazos cruzados.
—¿Estás seguro de que no es solo una reacción emocional? —preguntó—. ¿Que no es por lo que pasó con John?
—Es por eso —respondió Armich—. Pero no solo por eso. Es porque sé que va a seguir pasando. A otras personas. En otros lugares. Y yo quiero hacer algo. Quiero entender las leyes, usar las herramientas correctas. No gritar. No pelear a golpes. Defender con argumentos.
Su madre asintió, conteniendo la emoción. Su padre lo miró largo rato. Finalmente, soltó una sonrisa.
—Entonces elegiste bien.
Armich respiró hondo. Algo dentro suyo se acomodó, como si por fin cada pieza encajara.
Subió a su habitación sin decir nada más. Cerró la puerta, se tiró sobre la cama y miró al techo. En su mente todavía resonaban los gritos de John, el dolor en sus costillas, la frustración ante la indiferencia del director.
Y también algo más profundo: la certeza de que la justicia no empieza en los tribunales, sino en la decisión de no quedarse callado.
Ese fue el día en que dejó de sentirse solo un estudiante. Y empezó a verse como algo más.
Como alguien que, algún día, podría marcar la diferencia.
Preguntas para los estudiantes de Introducción al Derecho
- ¿Cuál fue el evento clave en la vida de Armich que lo llevó a decidir estudiar Derecho y convertirse en abogado?
- ¿Qué ley peruana menciona Armich para enfrentar a los matones y recordarles sus responsabilidades legales?
- ¿Qué papel juega el director del colegio en la situación de acoso escolar, y cuál es su responsabilidad según la ley mencionada?
- ¿Cómo demuestra Armich su ingenio y valentía al enfrentarse a los matones y proteger a su amigo John?
- ¿De qué manera influyó el apoyo de los padres de Armich en su decisión de seguir la carrera de Derecho?
- ¿Cuáles son las características más notables de Armich que lo convierten en un personaje fuerte y decidido en la historia?
- ¿Qué emoción o sentimiento predomina en Armich cuando confronta al director del colegio por su negligencia en proteger a John?
- ¿Por qué es importante que Armich ingrese a la universidad para estudiar Derecho en relación con su deseo de luchar por la justicia y proteger a los más vulnerables?
- ¿Cómo podría la experiencia de Armich en el colegio y su conocimiento de las leyes aplicables ayudarlo en su futura carrera como abogado?
- ¿Qué desafíos y oportunidades puede enfrentar Armich en su camino para convertirse en un abogado exitoso y defensor de los más necesitados?