
El cielo de Lima estaba teñido de naranja, mientras el sol comenzaba a desaparecer tras los edificios. Armich caminaba en silencio, sumido en pensamientos profundos. La situación en la biblioteca le había dejado una sensación de vacío. Sabía que la justicia no siempre era clara, y que a veces, las decisiones difíciles traían consecuencias inevitables. En su mente, aún resonaba la idea de crear un sistema más justo, uno que no dependiera de la arbitrariedad o los favores, sino de leyes que verdaderamente respetaran los derechos de todos.
De repente, su estómago rugió, recordándole que había pasado todo el día sin comer. Decidió desviarse hacia un restaurante cercano a la universidad, uno conocido por su cálida atmósfera y comida casera. Era un lugar regentado por Luis Angelo y su esposa Gladys, una pareja que había construido una reputación de excelencia culinaria y hospitalidad.
Al abrir la puerta, el aroma de especias y carnes cocinadas lentamente lo envolvió. El calor del lugar fue un contraste bienvenido frente a la brisa fría de la noche. Luis Angelo, un hombre de mediana edad con el cabello ya empezando a encanecer, lo recibió con una sonrisa amable.
—¡Bienvenido, amigo! —dijo Luis, su voz grave y amigable—. ¿Qué te parece si te sirvo la especialidad de la casa? Te aseguro que te hará olvidar cualquier preocupación.
Armich sonrió, agradecido por la calidez y el entusiasmo de Luis, y aceptó sin pensarlo. Mientras esperaba, observaba el lugar con atención. Las paredes estaban adornadas con fotos de platos exquisitos y cartas de clientes agradecidos. Sandy y Laura, las hijas de Luis y Gladys, se movían entre las mesas, sirviendo con eficiencia pero siempre con una sonrisa, creando un ambiente familiar y acogedor.
—Aquí tienes tu plato —dijo Sandy, colocando la especialidad frente a Armich—. ¡Espero que lo disfrutes!
El primer bocado le arrancó una sonrisa instantánea. El sabor era profundo, equilibrado, cada ingrediente complementaba al otro. Por un momento, se olvidó de los dilemas éticos y las injusticias del día.
—Esto es increíble, Luis —dijo Armich, saboreando cada palabra—. Es un verdadero regalo para el paladar.
Luis, que lo observaba desde el mostrador, asintió con orgullo.
—Aquí cocinamos con el corazón, amigo. Y esperamos que más gente lo descubra.
Pero la tranquilidad duró poco.
De repente, la puerta del restaurante se abrió bruscamente, y un joven de apariencia descuidada entró, respirando pesadamente. Sus ojos inyectados de sangre y el temblor en sus manos mostraban los claros signos de estar bajo el efecto de sustancias. Sin previo aviso, levantó un arma, que sostenía con manos temblorosas, y gritó:
—¡Nadie se mueva! ¡Denme todo lo que tengan!
El aire se tornó denso. Lo que antes era un refugio acogedor, ahora se había convertido en un escenario de terror. Los clientes miraban con miedo, inmóviles, esperando lo peor. Luis Angelo no dudó en ponerse de pie y enfrentarse al joven, sus ojos reflejaban una mezcla de valentía y preocupación por su familia.
—Tranquilo, muchacho —dijo Luis, levantando las manos lentamente—. No queremos problemas. Toma las ganancias del día. Pero, por favor, no lastimes a nadie.
Pero el joven no escuchaba razones. Su desesperación era evidente, y sin previo aviso, levantó el arma y golpeó a Luis en la cabeza, abriendo una herida que comenzó a sangrar de inmediato. La sangre goteó lentamente, tiñendo el suelo del restaurante. El silencio que siguió fue ensordecedor, mientras los clientes observaban con horror el acto de violencia.
Gladys salió corriendo desde la cocina, su rostro descompuesto por la angustia. Sandy y Laura la siguieron de cerca, sus ojos llenos de terror al ver a su padre herido. Luis cayó de rodillas, tambaleándose, mientras su esposa lo sostenía con manos temblorosas, intentando detener la sangre.
Armich, hasta entonces observador, sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo. No podía quedarse de brazos cruzados. Se levantó rápidamente y, con una firme determinación en la mirada, se acercó al joven.
—¡Basta! —exclamó con voz fuerte y clara, que resonó en el silencioso restaurante—. No vas a lastimar a más personas inocentes.
El joven se giró hacia él, con el arma aún en la mano. Sus ojos estaban desbordados de ira y confusión.
—¿Quién demonios te crees que eres? —gruñó el intruso, levantando el arma hacia Armich.
—Soy alguien que no va a dejarte seguir haciendo daño —respondió Armich con firmeza, dando un paso al frente—. Hay una salida de esta locura.
Por un instante, pareció que las palabras de Armich llegaban al joven, que titubeó, como si una parte de él quisiera escapar de la situación. Pero entonces, en su desesperación, se lanzó hacia Armich y lo empujó, haciéndolo caer al suelo. En medio del caos, el joven agarró a Sandy y Laura, usando a las dos jóvenes como escudos humanos mientras levantaba el arma, apuntándoles a la cabeza.
El aire se volvió irrespirable. El tiempo parecía detenerse mientras los clientes miraban, aterrorizados. Los ojos de Gladys se llenaron de lágrimas, rogando que no fuera el final para sus hijas.
En ese momento, Luis Angelo, aún herido, encontró el coraje de levantarse. A pesar de la sangre que manchaba su rostro y el dolor que sentía, se arrastró hacia el mostrador. Con una última reserva de fuerza, sacó una escopeta que guardaba detrás del mostrador para emergencias.
—¡Déjalas ir! —gritó Luis, su voz temblorosa pero llena de furia.
El intruso apenas tuvo tiempo de volverse antes de que un disparo resonara en todo el restaurante. El eco del disparo fue ensordecedor, y durante unos instantes, todo quedó en silencio. El cuerpo del delincuente cayó al suelo, inmóvil. El restaurante se sumió en un silencio sepulcral. Gladys y sus hijas corrieron hacia Luis, abrazándolo mientras este temblaba, aún en shock por lo que había hecho. Las lágrimas corrían por el rostro de todos, y Luis repetía una y otra vez: —No quería hacerlo… No quería… pero tenía que protegerlas. Armich se levantó lentamente y se acercó a Luis. Colocó una mano firme sobre su hombro, mirándolo a los ojos. —Lo hiciste por tu familia —dijo Armich, su voz suave pero llena de convicción—.
Fue en defensa propia. Nadie te juzgará por proteger a los tuyos. Los clientes del restaurante comenzaron a moverse de sus asientos, algunos ya llamaban a la policía. El ambiente estaba cargado de tristeza y alivio a la vez. La fragilidad de la vida había quedado expuesta en cuestión de segundos, y todos, incluidos Luis y su familia, sabían que nunca olvidarían esa noche. A medida que el caos comenzaba a disiparse, Armich miró a Luis y a su familia, y una promesa silenciosa pasó por su mente: La justicia tendría que prevalecer. Estaría con ellos para asegurarse de que el sacrificio y la valentía de Luis fueran reconocidos.
Preguntas para reflexión:
- ¿En qué circunstancias se justifica el uso de la fuerza letal en defensa propia?
- ¿Cómo se puede aplicar la proporcionalidad en situaciones donde la vida de terceros está en peligro?
- ¿Qué elementos deben ser evaluados por el sistema judicial para determinar si la acción de Luis fue legítima defensa o un uso excesivo de la fuerza?
- Luis actuó para salvar a su familia, pero enfrentará un proceso judicial. ¿Qué aspectos deberá considerar el sistema legal al evaluar su caso?
- ¿Qué pruebas y testimonios podrían ser esenciales para demostrar que Luis actuó bajo legítima defensa?
- ¿Qué diferencia hay entre una reacción inmediata por protección y una acción premeditada, y cómo afecta eso al veredicto?
- La intervención de Armich fue moralmente valiente, pero ¿qué papel puede jugar un abogado como defensor de los derechos en una situación que involucra a civiles armados?
- ¿Cómo puede un abogado defender el derecho a la legítima defensa en un caso que involucra violencia y civiles en riesgo?
- ¿Debería un abogado limitarse a la defensa legal de su cliente o también involucrarse en el proceso de mediación o negociación en situaciones de crisis?
- El conflicto interno de Luis, quien no quería matar al delincuente, pero lo hizo por su familia, plantea un dilema moral. ¿Cómo debería la ley tratar casos donde las emociones intensas juegan un papel crucial en la toma de decisiones?
- ¿Qué implicaciones emocionales y psicológicas deben considerarse en casos de defensa propia, y cómo puede el derecho ser flexible ante estos factores?
- ¿Qué rol puede jugar la psicología forense en la evaluación del comportamiento de Luis en el juicio?
- En este capítulo, Armich demuestra su sentido de justicia al intervenir. Como estudiante de derecho, ¿cómo podría prepararse para enfrentar situaciones donde la moralidad y la ley entran en conflicto?
- ¿Qué herramientas puede utilizar un abogado para defender los derechos de sus clientes en situaciones donde la justicia no es clara?
- ¿Cómo debe un abogado manejar las situaciones donde los principios éticos chocan con las necesidades inmediatas de sus clientes?