CAPÍTULO XVII: Ecos de la Justicia
El aula de Derecho quedó atrás, pero las palabras del profesor Sessarego seguían resonando en las mentes de Armich, Sofía y Cristian. Mientras recogían sus cosas, una conversación casual sobre la clase se transformó rápidamente en una discusión sobre la justicia en el Perú. Caminando hacia la sala de debates, un espacio donde estudiantes de todos los ciclos se reunían para discutir temas jurídicos de actualidad, el grupo se encontró en medio de una discusión que prometía cambiar su perspectiva.
La sala estaba vibrante, iluminada por la luz del atardecer que se colaba a través de las ventanas de vidrio empañado. En el centro, un grupo de estudiantes de los últimos ciclos lideraba un intenso debate. Era un espacio dinámico, donde los debates cruzaban fronteras académicas y desafiaban las ideas preconcebidas.
Entre los más destacados se encontraban Juan Robles, un estudiante del décimo ciclo conocido por su rigor analítico y su capacidad para formular argumentos sólidos; Pedro Suárez y María Gómez, ambos del noveno ciclo, cuyas habilidades habían llevado a la universidad a ganar competencias nacionales; y Ana Velasco, reconocida por su precisión en la argumentación oral.
Al verlos, Sofía susurró: —Este lugar siempre tiene un aire especial. Se siente como si aquí las ideas cobraran vida.
Armich sonrió, observando la intensidad en las discusiones: —Parece que tienen un tema interesante. Escuchemos.
Juan Robles, con su característica postura imponente, tomó la palabra. Su voz, clara y medida, capturó de inmediato la atención de todos.
—El caso que analizaremos hoy es el de Elena Villafuerte, una joven estudiante de 22 años acusada de un crimen que estremeció a la comunidad: el asesinato de su propia madre.
Hubo un murmullo entre los presentes. La seriedad del caso captó el interés de todos, incluido el grupo recién llegado.
Juan continuó, con una mirada fija que parecía perforar a su audiencia: —Elena, según los informes, había vivido bajo un régimen de abuso físico y psicológico durante más de una década. Las investigaciones revelaron episodios de maltrato extremo y control absoluto por parte de su madre. Sin embargo, en un arranque de furia, acabó con su vida. El sistema judicial ahora enfrenta una encrucijada: ¿cómo juzgar a alguien cuya vida fue un constante infierno?
El silencio se apoderó de la sala. Cada estudiante parecía procesar la magnitud de la situación.
Pedro Suárez tomó la palabra, rompiendo la tensión: —Es un caso complicado. Por un lado, el acto en sí es atroz, pero por otro, el contexto nos obliga a replantear lo que entendemos por justicia.
Sofía, no pudiendo contenerse, levantó la mano para intervenir. Juan le concedió la palabra con un gesto.
—¿Se sabe si hubo intentos previos de buscar ayuda? —preguntó Sofía, visiblemente impactada.
María Gómez respondió, hojeando sus notas: —Según el expediente, Elena buscó ayuda en dos ocasiones, pero no fue tomada en serio. En una de ellas, incluso se burlaron de ella, diciendo que debía “aguantar porque era su madre”.
Las palabras de María resonaron en la sala, dejando una sensación de incomodidad. Cristian, siempre práctico, preguntó: —¿El sistema no tiene protocolos para tratar casos de violencia intrafamiliar?
Ana Velasco respondió con seriedad: —Los tiene, pero en muchos casos no se aplican de manera efectiva. El sistema está diseñado para reaccionar, no para prevenir.
El Debate se Intensifica
Juan retomó la palabra, dirigiendo la discusión hacia los aspectos legales: —La pregunta central es: ¿debe Elena ser juzgada como una asesina común, o el contexto debe ser considerado como un atenuante?
Pedro intervino rápidamente: —La ley debe ser clara. Aunque el contexto es relevante, no podemos ignorar que hubo alevosía. Si justificamos este acto, podríamos abrir la puerta a una peligrosa relativización de la justicia.
María lo contradijo, su voz cargada de pasión: —Pero no estamos justificando nada. Estamos pidiendo que se analice el caso con humanidad. La ley no puede ser ciega al sufrimiento que precede a un acto como este.
Sofía, emocionada por la discusión, se levantó para agregar su punto: —Elena no solo fue víctima de su madre, sino también de un sistema que no la protegió. ¿Acaso no es más culpable un sistema que la dejó sola en su desesperación?
Cristian, buscando mediar, comentó: —¿Y si este caso se abordara desde la perspectiva de la rehabilitación? No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos trabajar para que Elena encuentre redención y, al mismo tiempo, aprender de este caso para evitar futuras tragedias.
Ana, con su precisión habitual, citó el Código Penal: —El artículo 20 establece que no es punible quien actúa bajo un estado de alteración mental severa. Si el contexto de abuso la llevó a un estado de alteración, ¿no deberíamos considerar esta disposición?
A medida que el debate avanzaba, las emociones se intensificaban. Las voces de los estudiantes resonaban en la sala como un eco de sus propias frustraciones y anhelos. Los argumentos legales chocaban con las reflexiones éticas, y la pasión de cada participante hacía que la atmósfera se cargara de una energía vibrante y, a la vez, densa. No era solo un debate; era un enfrentamiento entre la teoría aprendida en las aulas y la cruda realidad de la vida.
Armich, con el rostro visiblemente afectado, se levantó de su asiento. Su voz, aunque firme, denotaba una carga emocional que no podía disimular:
—Este caso me hace cuestionar todo lo que hemos aprendido. ¿De qué sirve conocer la ley si no podemos garantizar justicia? La justicia no debería ser solo castigo; debe ser protección, redención y aprendizaje. Si fallamos en ver a Elena más allá de sus actos, entonces no estamos haciendo justicia, solo estamos perpetuando el daño.
El salón quedó en silencio tras sus palabras. Hasta los murmullos más bajos se apagaron. María, conmovida por el comentario de Armich, lo miró fijamente antes de añadir:
—Tiene razón. Pero el problema no es solo el sistema, es también nuestra indiferencia como sociedad. ¿Cuántos casos como el de Elena podrían haberse evitado si quienes tenían el poder de ayudar hubieran hecho algo? —Hizo una pausa, sus ojos brillando con determinación—. Es nuestra responsabilidad como futuros abogados cambiar el sistema. No podemos permitir que casos como este sigan ocurriendo.
Pedro, que hasta entonces había mantenido un tono crítico, se llevó una mano al mentón, reflexionando. Luego tomó la palabra:
—Lo que me inquieta es que, incluso con todas las reformas posibles, siempre habrá historias que se escapen de nuestro alcance. Siempre habrá errores, siempre habrá sufrimiento. Pero quizá, solo quizá, nuestra labor puede marcar la diferencia en al menos una vida. Y, si lo logramos, entonces habrá valido la pena.
El comentario de Pedro llevó a todos a un momento de introspección. Las miradas se cruzaban, buscando en los ojos de los demás una respuesta que nadie podía dar. Fue entonces cuando Juan, con su habitual capacidad para estructurar ideas complejas, resumió la esencia del debate:
—Lo que hemos discutido hoy no tiene una respuesta fácil. Pero eso es precisamente lo que significa ser abogados: enfrentarnos a la complejidad de la humanidad y buscar la verdad, incluso cuando duele. Ser abogados no se trata solo de aplicar la ley; se trata de encontrar justicia en un mundo que parece resistirse a ella.
El peso de sus palabras dejó a todos en silencio. Ana, quien había permanecido en sus pensamientos, levantó la mirada y concluyó con un tono sereno pero cargado de emoción:
—Y también se trata de aprender a convivir con nuestras propias limitaciones. No siempre podremos salvar a todos, pero eso no significa que debamos dejar de intentarlo. Cada caso como el de Elena es una oportunidad para hacer algo mejor, para cambiar las reglas del juego, aunque sea un poco.
Cristian, que había estado mirando por la ventana, giró hacia el grupo. Con una sonrisa melancólica, dijo:
—Quizá, entonces, ser abogado es como ser un arquitecto en un mundo en ruinas. Nos toca construir en medio del desastre, sabiendo que todo puede derrumbarse de nuevo, pero creyendo que esta vez será diferente.
Los estudiantes intercambiaron miradas cargadas de significado. Sabían que el debate había llegado a su fin, pero las ideas seguirían resonando en sus mentes mucho después de que abandonaran la sala. Mientras recogían sus cosas, Sofía no pudo evitar volverse hacia Armich:
—¿Crees que Elena tendrá una segunda oportunidad?
—No lo sé —respondió él, con un tono sombrío—. Pero sé que, si no hacemos algo, habrá muchas más Elenas que no la tendrán.
La conversación quedó flotando en el aire mientras salían de la sala. Las últimas luces del atardecer iluminaban el pasillo, pero para ellos, el día apenas comenzaba. Sabían que las preguntas que los atormentaban no desaparecerían, y que la única forma de enfrentarlas era prepararse mejor, ser más firmes y más humanos.
Mientras se alejaban, Armich se detuvo un momento, observando el cielo que se oscurecía. Se sentía pesado, pero también decidido. Este caso era solo un reflejo de lo que les esperaba en el futuro.
Y entonces, como si el universo quisiera subrayar el momento, el timbre del edificio resonó, recordándoles que la próxima clase los aguardaba. Pero en sus corazones, sabían que este debate no había terminado.
En la esquina del pasillo, el profesor Rivas observaba al grupo con una leve sonrisa. En su mente, sabía que estos jóvenes, con todas sus dudas y pasiones, eran la esperanza de un sistema que, aunque imperfecto, todavía podía mejorar.
Preguntas de Reflexión:
- ¿Hasta qué punto el contexto de un caso puede cambiar la aplicación de la justicia?
- ¿Cómo puede un abogado balancear la empatía con la objetividad en casos de violencia intrafamiliar?
- ¿Qué reformas podrían garantizar que las víctimas de abuso sean atendidas antes de llegar a una situación límite?
- ¿Es posible reconfigurar el sistema judicial para que contemple más soluciones restaurativas que punitivas?
- ¿Qué papel juegan los abogados jóvenes en transformar un sistema que a menudo parece resistirse al cambio?
- ¿Hasta qué punto el contexto de un caso puede cambiar la aplicación de la justicia?
- ¿Cómo puede un abogado balancear la empatía con la objetividad en casos de violencia intrafamiliar?
- ¿Qué reformas podrían garantizar que las víctimas de abuso sean atendidas antes de llegar a una situación límite?
- ¿Es posible reconfigurar el sistema judicial para que contemple más soluciones restaurativas que punitivas?
- ¿Qué papel juegan los abogados jóvenes en transformar un sistema que a menudo parece resistirse al cambio?